Por Marshall Fitz
Los candidatos republicanos que se postulan para la presidencia no son tímidos a la inmigración indocumentada en nuestro país. Pero hasta hace muy poco, los candidatos en general evitaron la pregunta de qué harían exactamente con los 11,2 millones de inmigrantes indocumentados que ahora viven en los Estados Unidos.
Gingrich es el único candidato que ha expresado su apoyo a la política inmigratoria que no sea sumamente costosa y autodestructiva en términos económicos. Pero su postura, que él lo ha caracterizado como humana, compasiva y realista no es lo que parece.
En este breve informe, miramos de cerca la propuesta y la estrategia de Gingrich, y concluimos que está condenado al fracaso por tres razones. En primer lugar, la sustancia de su propuesta no empieza a resolver el problema, y podría aún empeorar la situación. En segundo lugar, las otras políticas de mano dura que él apoya socavarían cualquier buena voluntad que podría haber obtenido con los latinos. Y, por último, no podrá evitar la marca republicana profundamente manchada en este asunto, dado el paso fundamentalmente modesto que está proponiendo.
Una propuesta débil e inefectiva
Primeramente, la propuesta del ex presidente de la Cámara de Representantes no tiene los resultados que su retórica promueve. El universo de personas que podrían calificar es muy pequeño, y los beneficios que recibirían son poco claros.
Gingrich se imagina la creación de comités de “revisión ciudadana” que tomarían decisiones acerca de quien merece y quien no merece estatus legal. Sin proporcionar criterios explícitos de elegibilidad, sugiere que la dispensación favorable de estos comités locales estaría disponible solamente a personas que han estado aquí durante décadas – ha propuesto 25 años de residencia como el calificador clave – y que se demuestren vínculos profundos y contribuciones a sus comunidades.
A las pocas personas que probablemente podrían cumplir estos requisitos se les prohibirá solicitar la ciudadanía estadounidense o recibir beneficios federales. Para obtener estatus legal, tendrían que demostrar suficientes ingresos laborales para pagar un seguro médico privado y pagar una multa de 5.000 dólares. Esto, por sí solo, descalificaría a muchos estadounidenses.
Pero los que son capaces de demostrar ese umbral de ingresos todavía estarían en una posición muy precaria. Si pierden su puesto de trabajo que les ayuda a calificar, perderían su estatus legal. Entonces, el número de personas que podrían calificar parece ser muy pequeño. Y los que sí califican solo ganarían un estatus marginalmente más seguro que no tener ninguno.
En resumen, la propuesta “humana” y “compasiva” de Gingrich es en realidad un programa de alto riesgo y baja recompensa que daría poco consuelo a los votantes latinos que quieren que el problema sea resuelto.
Una propuesta contrarrestada por duras políticas para hacer cumplir la ley
De manera significativa, al mismo tiempo que Gingrich defendía su propuesta de revisión ciudadana, intensificó su compromiso a la mano dura del cumplimiento de la ley. Primero, dejó claro que alguien que no forme parte del pequeño universo de aquellos capaces de llenar los requisitos de un comité de revisión ciudadana estaría sujeto a procedimientos de deportación inmediatos. Después, en Carolina del Sur, alabó la ley de inmigración severa de ese estado y pidió a todos los estados que repitan el experimento desastroso de Alabama y Arizona. Y siguió aquella afirmación con un viaje a Iowa, donde firmó una promesa comprometiéndose a construir una cerca de doble capa a través de toda la frontera con México.
La realidad es que aunque Gingrich se ha distinguido de los otros candidatos oponiéndose a un programa de deportación universal, ha respaldado una estrategia de deportación masiva. Eso no va a inspirar a los votantes latinos.
Gingrich, obviamente, ha internalizado los consejos de algunos estrategas equivocados que sugieren que el “problema latino” de los republicanos es uno de tono, no de sustancia. Pero golpear a los inmigrantes indocumentados con un palo mientras se habla dulcemente a un conjunto pequeño de trabajadores indocumentados no funcionará con los votantes latinos.
La propuesta no arregla la marca manchada de los republicanos
La última razón porque Gingrich tiene una baja probabilidad de ganar tracción con el electorado latino es culpa por asociación.
Los latinos se sienten frustrados con las políticas de aplicación de la administración del Presidente Obama, pero también son muy conscientes de que los republicanos se han unido en oposición a la legislación demócrata que trata en una manera constructiva y humana con los inmigrantes indocumentados, quienes con frecuencia viven lado a lado con los votantes latinos. .
Este es un problema para los candidatos republicanos, dada la importancia de este tema para la comunidad latina – incluso durante esta crisis económica, 42 por ciento de los latinos piensan que la reforma migratoria y el acta “DREAM” la cual otorgaría el estatus legal a las personas que vinieron aquí a una edad temprana que completaron la escuela secundaria y alguna educación superior o servicio militar, son los temas más importante que enfrenta su comunidad.
Conclusión:
Si Gingrich quiere seriamente alcanzar y luchar por estos votantes, va a tener que empezar con una propuesta de reforma más realista y más generosa. También va a tener que enérgicamente retroceder su apoyo a las deportaciones inmediatas, iniciativas severas estatales, y construcción de cercas. Por último, si espera atraer a estos votantes, va a tener que llevar a su partido a
que de un giro de 180º en lo que se refiere a este tema.