Esta columna es parte de una serie sobre el medio ambiente que se distribuirá cada mes. Los medios de comunicación la pueden reimprimir siempre y cuando se incluya la información del autor y su afiliación. Podrá ser editada por longitud y formato siempre y cuando se notifique al Center for American Progress. Fue publicada originalmente en americanprogress.org.
Por Bracken Hendricks y Tina Ramos
El Presidente Obama se dirigió a la nación el martes en relación a la crisis del derrame petrolero de BP en el Golfo de México, que es ya el mayor desastre ambiental en la historia estadounidense y un gran desafío que enfrenta la frágil recuperación económica de nuestra nación. Lo que necesita Estados Unidos ahora es que el presidente cumpla su compromiso de limpiar y reconstruir el golfo e instar al Congreso a que le ayude a orientar la economía hacia un futuro pujante y provechoso de energía limpia.
Este desastre petrolero ha puesto al descubierto una profunda vulnerabilidad en nuestra economía y en nuestro modo de vida. La dependencia de fuentes de energía sucia y peligrosa amenazan nuestra seguridad nacional y económica día a día. Estamos presenciando cómo la dependencia del petróleo destruye las economías locales. Las comunidades pesqueras locales, muchas de las cuales son comunidades de minorías, continúan sufriendo debido a la prohibición a la pesca impuesta en el golfo. Ahora que analizamos cómo reconstruir la pesca y el turismo en la Costa del Golfo debemos definir un futuro que garantice que nunca más se repita una crisis tan devastadora como ésta.
El daño económico y ambiental ocasionado por el desastre petrolero de BP pudo haberse prevenido, pero no fue así. La industria de los combustibles fósiles era antes una industria innovadora y progresista. Esta industria ha facilitado más de un siglo de innovación en los Estados Unidos, pero decidió no innovarse a sí misma. Por el contrario, las grandes petroleras han hecho todo lo posible en las últimas décadas para aprovecharse de cada atajo para hacer ganancias al menor costo, lo que les ha permitido contaminar nuestro aire y nuestros lagos, pagar menos impuestos y decidir sus propias normas de seguridad.
Hay una razón porque la energía sucia es barata. Los subsidios que distorsionan el mercado, las deducciones fiscales y las reglamentaciones simplificadas que se elaboraron a pedido de la industria impusieron un costo enorme a las comunidades a través de daños hacia el medio ambiente y riesgos para la salud pública. Las comunidades de barrios pobres y de minorías se han visto desproporcionadamente afectadas por la contaminación causada por la energía sucia.
Si queremos convertir el desastre petrolero de BP en una oportunidad económica, debemos aprobar de manera inmediata legislación integral sobre el clima y la energía que se base en nuevas inversiones en mercados de energía limpia e infraestructura inteligente y que regule mejor los excesos corporativos de la industria petrolera. Los negocios estadounidenses están listos para responder con inversiones en tecnología energética limpia y eficiente y así poder cumplir con nuestro compromiso mundial de reducir las emisiones de carbono por lo menos en un 17% por debajo de las emisiones del 2005 para el 2020. Pero primero necesitamos liderazgo a los más altos niveles del gobierno.
Estamos en un momento distinto a cualquier otro en la historia. El presidente, el Congreso y el pueblo estadounidense deben pensar en grande y comprender que lo que alimentó el motor económico estadounidense en el Siglo XX no puede ser lo que lo alimente en el Siglo XXI. Necesitamos una estrategia que reestablezca el empleo, que nos independice de la energía sucia de naciones hostiles, que traiga beneficios económicos y de salud y que impulse la fortaleza y la prosperidad a largo plazo. Es hora de garantizar que la vulnerabilidad y el daño económico que estamos presenciando en el Golfo de México no pueda repetirse jamás. Necesitamos un futuro de energía limpia y debemos comenzar a construirlo hoy.
Bracken Hendricks es un Miembro Senior y Tina Ramos es una Asistente Especial para el equipo de Oportunidad Energetica, ambos en el Center for American Progress.
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