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Por Christian E. Weller | 3 de mayo, 2012
El costo y la magnitud de los préstamos estudiantiles actuales son temas de discusión que están en la mesa familiar en toda nuestra nación porque sin la acción del Congreso las tasas de interés de los préstamos estudiantiles subsidiados a nivel federal aumentarán el 1ro de julio. Como suele suceder con los temas que son el pan nuestro de cada día como el costo de la educación universitaria, el tamaño de la deuda de la educación y la posibilidad de que aumenten los pagos de la deuda merecen esta mayor atención pública.
Los datos más recientes sobre los préstamos educativos pendientes de pago durante la Gran Recesión del 2007 al 2009 revelan que tanto en los buenos como en los malos tiempos económicos el costo de la educación universitaria continúa aumentando, al igual que la carga de la deuda de los prestatarios. El número de prestatarios y el monto típico del préstamo crecieron en medio de la crisis financiera y económica más reciente. Esto es particularmente apabullante dado que el crecimiento de la deuda educativa se produjo al mismo tiempo que se contrajeron otros mercados crediticios, sobre todo el mercado hipotecario y el de las tarjetas de crédito. Durante la crisis los hogares se endeudaron de manera más profunda con préstamos educativos en la medida en que otras formas de crédito se volvieron menos predominantes.
El resultado es que hoy en día hay aún menos seguridad económica para los que se endeudaron más para pagar por su educación en esos años. Las cifras cuentan la historia.La Reserva Federal realizó una encuesta del mismo grupo de hogares en el 2007 y el 2009 para trazar un cuadro integral de los activos y deudas por hogar durante la crisis financiera y económica.[1] Este conjunto de datos incluye información sobre al deuda educativa —todos los préstamos reembolsables a plazo privados y públicamente subsidiados que la familia ha tomado para pagar por la educación—además de otros variables cruciales como al edad, ingreso, riqueza total, total de otras deudas y raza y origen étnico del hogar, entre otros.
Los datos subyacentes del hogar fueron divulgados en abril del 2012 y son, por ende, los datos más recientes con este nivel de información detallada del hogar.[2] La crisis financiera y económica de estos años marcó un período de disminuciones generalizadas en los niveles de deuda familiar. Las hipotecas y las tarjetas de crédito disminuyeron a medida que los hogares pagaron su deuda y los bancos entablaron juicio hipotecario por las deudas incobrables. Pero no pasó igual con los préstamos educativos. Por lo general, los préstamos educativos no pueden liberarse en la quiebra, lo que puede explicar por qué la deuda educativa no cayó como sucedió con otras formas de deuda. Pero también entran en juego otros factores. Los datos del sumario ilustran que los prestatarios de préstamos educativos se hicieron económicamente menos seguros durante la crisis debido a que tenían más deuda—educativa y no educativa—después que antes de la crisis.
En general, también había más hogares con préstamos educativos y el monto adeudado de los préstamos aumentó durante la crisis. Los prestatarios de préstamos educativos en el 2009 eran menos ricos después de la crisis que en el 2007. El monto de la riqueza ajustada por inflación del prestatario medio pasó de $45,280 en el 2007 (a los dólares del 2009) a $28,160 en el 2009.[3] Y la participación de prestatarios de préstamos educativos sin riqueza—definida ya sea como deuda es igual al los activos totales o, lo que es más probable, como cero activo y cero deuda—o con riqueza negativa pasó del 28,7 por ciento en el 2007 al 35,6 por ciento en el 2009. (Véase la Tabla 1)
La caída de la riqueza entre los prestatarios de préstamos educativos se derivó en parte de más deuda no educativa, aun cuando la deuda disminuyó en este período en la economía general. El monto de la deuda no educativa promedia de los prestatarios de préstamos educativos aumentó de $53,851 en el 2007 a $62,000 en el 2009. (Véase la Tabla 1) Una posibilidad de esta tendencia es que aquellos que debían préstamos educativos siguieran teniendo más probabilidad de tener un empleo o de conseguir un empleo que los demás hogares y que, por consiguiente, tuvieran más probabilidades de acceder a los mercados crediticios más limitados.
Otros factores dificultaron más la salida de los hogares del hoyo económico cada vez más profundo en que estaban. Por ejemplo, los hogares que tomaban préstamos tenían menos tiempo para recuperar sus pérdidas de riqueza en la medida en que la edad media de los prestatarios pasaba de los 35 años en el 2007 a los 39 años en el 2009. Esto podría significar que los hogares más viejos tomaron más préstamos educativos para pagar por una educación adicional que les permitiera ingresar en un mercado laboral más difícil. Los pagos de las deudas se mantuvieron constantes y los ingresos aumentaron, lo que facilita soportar el peso creciente de la deuda, por lo menos hasta que las tasas de intereses vuelvan a subir.
La deuda educativa se acumula a la par con el rendimiento educativo superior. Y las personas que alcanzan un mayor rendimiento educativo enfrentan tasas de desempleo más bajas y, por ende, alcanzan ingresos más estables durante la Gran Recesión en comparación con las personas con menos rendimiento educativo. Pero aún así la riqueza de los que poseen una buena educación disminuyó de manera sustancial debido a las cuantiosas pérdidas que se produjeron en los precios de las casas y las acciones y los montos crecientes de la deuda. Los pagos totales de la deuda de los prestatarios de préstamos educativos creció en .5 por ciento de la cifra anual de $12,300 en el 2007 (a los dólares del 2007) a $12,360 en el 2009, en tanto que su ingreso promedio creció en un 10 por ciento de $60,704 en el 2007 a $66,746 en el 2009. (Véase la Tabla 1)
Los pagos de la deuda crecieron aproximadamente a la misma tasa que los ingresos, aun cuando las tasas de interés cayeron durante el período. Los hogares tenían ingresos adicionales, pero sus niveles de deuda crecientes limitan el beneficio de esos recursos adicionales mientras que las tasas de interés e
n aumento podrían absorber rápidamente una mayor parte de los ingresos, lo que hará más difícil que los hogares recuperen la seguridad económica perdida durante la Gran Recesión.
En el 2009 había más hogares con deudas de préstamos educativos que en el 2007. La participación total de hogares en la deuda educativa subió del 16,2 por ciento en 2007 al 17,6 por ciento. La proporción de hogares con préstamos educativos aumentó para casi todos los grupos salvo para los hispanos y los hogares donde el cabeza de familia tiene un diploma de estudios secundarios. (Véase la Tabla 3)
El monto promedio adeudado por los prestatarios también creció durante la Gran Recesión. El monto promedio de la deuda educativa aumentó en $2,573, de $12,427 en el 2007 a $15,000 en el 2009.[4] Y casi todos los grupos de hogares vieron aumentar los niveles de deuda educativa, salvo en el caso de los hogares sin diplomas de estudios secundarios.
El mayor aumento en el monto promedio de la deuda educativa—$5,715—se produjo entre los hogares afroamericanos. Los hogares de otras razas y los hogares con diploma de estudios secundarios también vieron aumentos comparativamente grandes de la deuda educativa. Es decir, los hogares que luchaban de manera desproporcionada debido a un mayor desempleo, salarios inferiores y menos beneficios que sus contrapartes como es el caso de los afroamericanos, vieron aumentos de su deuda más rápidos que sus contrapartes. Es posible que los grupos que luchaban por sobrevivir estuvieran más dispuestos a endeudarse más que sus contrapartes en un esfuerzo por recuperar una determinada seguridad económica durante el mercado laboral difícil durante y después de la Gran Recesión.
Los datos del resumen muestran que los préstamos educativos crecientes colocan a muchos prestatarios de préstamos estudiantiles, sobre todo a los hogares vulnerables, en una difícil situación económica, lo que hace más difícil salir del hoyo cada vez más profundo. El permitir que las tasas de interés sobre los nuevos préstamos estudiantiles aumenten sin tomar medidas compensatorias ejercerá presiones adicionales sobre una clase media cada vez más agobiada que sigue necesitando préstamos para asistir a colegios y universidades cada vez más caros.
Christian E. Weller es Miembro Senior del Center for American Progress y profesor asociado del Departamento de Política y Asuntos Públicos de la Universidad de Massachusetts Boston.
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