COLUMNA: Jóvenes de Color Enfrentan Barreras a la Oportunidad

Publicado el 13 de Mayo de 2011

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El análisis formal de los datos raciales y étnicos proporcionados por la encuesta del Censo del 2010 da gran peso a lo que ya sabíamos que estaba pasando en comunidades alrededor del país: Estados Unidos sigue creciendo rico en su diversidad, y ​​esto está sucediendo a un ritmo más rápido de lo que muchos habían pronosticado. Pero incluso mientras Estados Unidos sigue siendo cada vez más diverso, persisten las desigualdades económicas, en particular para los jóvenes. Estos demandan la atención política.

A nivel nacional, existe una creciente brecha racial entre generaciones. Comunidades latinas y asiáticas han crecido más rápido que otros grupos en Estados Unidos durante los últimos 10 años a un 43 por ciento y 43,3 por ciento, respectivamente. Consecuentemente, el número de niños provenientes de familias latinas y asiáticas ha aumentado por 5,5 millones. Este aumento de las familias asiáticas y latinas ha creado un cambio radical entre los porcentajes de personas de color y los blancos debido a la edad. El 67 por ciento de la población adulta es blanca, pero sólo el 54 por ciento de los niños estadounidenses lo son. Por el contrario, los latinos ahora representan uno de cada cuatro niños que viven en los Estados Unidos—un aumento del 43 por ciento de la década anterior.

Texas ha tenido el más grande crecimiento de la población de jóvenes latinos, acogiendo casi 1 millón de niños. A este le siguen Florida, Georgia, Carolina del Norte y Arizona. Además, la población afroamericana vio un aumento del 12 por ciento en general en todo el país.

Algunos podrían sentirse tentados a declarar que el crecimiento de las comunidades de color naturalmente se traducirá en más ideales progresistas, y que nuestra responsabilidad de promover la justicia racial y económica—a través de iniciativas políticas, el liderazgo juvenil, y desarrollo profesional, entre otros—ya debería ser menos que una prioridad.

Pero las desigualdades económicas siguen afectando de manera desproporcionada a los jóvenes de color, incluso a los que se gradúan de las escuelas secundarias y universidades. Basta con considerar cómo les fue a los jóvenes el año pasado durante la cima del desempleo juvenil: El desempleo entre los graduados universitarios afroamericanos fue de 19 por ciento, más del doble de lo que era para los graduados universitarios blancos (8,4 por ciento), mientras que un 13,8 por ciento de los graduados latinos estaban sin trabajo. Muchos de estos jóvenes representan la primera generación de estudiantes universitarios en sus familias y la esperanza al ascenso social a través de la educación.

Los obstáculos son aún peores para los jóvenes que solo han adquirido un diploma de la escuela secundaria. El desempleo entre afroamericanos menores de 25 años de edad que se han graduado de la secundaria y no están matriculados en la universidad fue de 31,8 por ciento. Segundo en fila están los graduados latinos con el 22,8 por ciento del desempleo total, en comparación a sus contrapartes blancos, con un 20,3 por ciento. A medida que el país celebra una sostenida mejora en la tasa del desempleo nacional, los adolescentes de color que quieren unirse a la fuerza laboral todavía enfrentan grandes barreras.

Esto es un panorama sombrío de los jóvenes que esperamos lleven a nuestro país hacia el futuro, sobre todo porque los jóvenes de color están superando a todos los demás en el crecimiento demográfico. ¿Cómo podrán estos jóvenes "ganar el futuro", teniendo en cuenta estos obstáculos educativos y de empleo?

Ahora más que nunca es importante invertir en las nuevas generaciones de estadounidenses para que ellos también tengan la oportunidad de influir en las políticas públicas que afectarán directamente sus futuros y los de las generaciones venideras. A través del compromiso para avanzar y proteger los derechos de los inmigrantes, la igualdad de la identidad, y promoviendo la participación legislativa, política y cívica, todos podemos trabajar directamente con y para los jóvenes para fomentar su poder. Mediante la movilización de la juventud y cuestiones que afectan a los jóvenes, podemos asegurar victorias que mejorarán a las comunidades a nivel local, estatal y nacional.

Hoy la gente joven de color sigue siendo vulnerable a las exclusiones estructurales que delimitan drásticamente su capacidad para aprender, trabajar, competir e innovar. El hecho que incluso un título universitario no es suficiente para proteger a los jóvenes de color de los efectos agobiantes que la crisis económica podría tener en sus futuros, debería subrayar el papel que los políticos, los defensores, y los investigadores deben tener en la promoción de soluciones que ofrezcan resultados equitativos. Esto también debería señalarle a la comunidad estadounidense en general que mientras continúa celebrando la diversidad creciente de la nación, el trabajo para lograr la justicia racial y económica está lejos de haber terminado.

Eduardo Garcia es Socio en Abogacía con Campus Progress y Folayemi Agbede es Asistente Especial para Progress 2050.