Este artículo se puede reimprimir por medios de comunicación siempre y cuando se incluya la información del autor. Fue publicado originalmente en americanprogress.org.
Por Joy Moses
La economía continúa presentando señas de estar en vías de recuperación a medida que la economía se beneficia del American Recovery and Reinvestment Act, pero las estadísticas de desempleo actuales siguen demostrando lo mal que les va a los trabajadores—especialmente si son hombres con bajos sueldos o de escasas habilidades. En febrero, aquellos con menos educación tenían una tasa de desempleo de 15.6 por ciento a comparación de la tasa general, la cual se mantuvo en un 9.7 por ciento. La extensión de seguro de desempleo que fue firmada por el Presidente Barack Obama a finales de febrero y el proyecto de ley de empleos pendiente deberían proveer algún alivio. Pero los hombres de bajos ingresos están enfrentando serios retos que van más allá de la recesión y que también afectan a sus hijos y familias.
Los programas contra la pobreza a menudo son creados para servir a mujeres y niños, excluyendo a muchos hombres de bajos ingresos. Las políticas enfocadas en niños y familias deben incluir un mayor enfoque en los hombres, teniendo en cuenta el hecho que muchos de estos son padres que pueden y hacen contribuciones positivas a las vidas de sus hijos mientras ayudan a aliviar la carga económica que conllevan las mujeres de bajos ingresos que muy frecuentemente cargan con la mayoría de los costos asociados con la crianza de los niños. Esto es simplemente una declaración de lo obvio para algunos. Pero muchos estadounidenses continúan teniendo estereotipos negativos de los hombres pobres, especialmente si son personas de color, carecen de empleo estable, enfrentan dificultades para proveer a sus familias económicamente, tienen antecedentes criminales, o si luchan con una combinación de estos factores.
Las políticas federales deberían ser integrales y dirigidas a reintegrar a los marginados. Son demasiados los hombres, y especialmente hombres afroamericanos, que están desconectados del mercado laboral, pero también de la sociedad y de sus familias.
Estas desconexiones de empleo requieren esfuerzos continuos relacionados con la recesión para crear empleos; soluciones del mercado laboral a largo plazo; inversiones educacionales para adultos y universidades comunitarias; y otras formas significativas de tratar con las barreras de empleo vinculadas con la raza y antecedentes criminales. Se debe prestar atención especial para alcanzar a los hombres lo más antes posible, cuando todavía están jóvenes y tienen menos retos que superar. Esto tiene implicaciones en especial para la educación escolar y programas de segunda oportunidad orientados a la juventud como Youth Corps y YouthBuild, los cuales están enfocados en una combinación de capacitación laboral y la finalización de estudios para los que no están participando significativamente en la escuela o el trabajo.
La desconexión social es evidente en la historia de encarcelación en masa de nuestra nación la cual actualmente afecta a un número desproporcionado de hombres afroamericanos y latinos, y los 1.7 millones de hijos de presos. Las relaciones familiares se ven truncadas por separaciones y los retos asociados con la reintegración. El encarcelamiento de los hombres priva a muchas familias de su ingreso. Este daño continúa cuando un hombre es liberado pues los antecedentes criminales dañan su potencial de ingresos salariales. Dado que la encarcelación en masa produce rendimientos reducidos relacionados con la seguridad pública, los gobiernos deberían reconsiderar sus enfoques y expandir el uso de alternativas como la detención comunitaria. Inversiones continuas en el Second Chance Act, una ley federal cuyo objetivo es promover la reintegración exitosa de ex presos en la sociedad, y esfuerzos relacionados son también necesarios.
Las desconexiones de familia están arraigadas en un número de factores. La falta de trabajo y las presiones económicas crean tensión entre familias y parejas, a veces provocando separaciones. La encarcelación no ayuda. Y las separaciones para muchas personas de bajos ingresos no están acompañadas por servicios de solución de disputas y ordenes oficiales para visitas que son comunes entre aquellos con mayores recursos financieros. Esto puede generar una mayor presión entre los hombres y sus hijos.
Las desconexiones de familia son razones adicionales para tratar con las desconexiones del empleo. El gobierno federal debería financiar innovaciones en programas de paternidad, considerar programas de apoyo para relaciones interpersonales, y destinar nuevas inversiones en servicios de acceso y visitas que resulten en la solución de disputas familiares y órdenes de visitación.
El tratar con todas las desconexiones de los hombres de bajos ingresos requerirá que los legisladores y la nación vayan más allá de esfuerzos temporales de crear empleos o un simple enfoque en los números del desempleo. Si esto se hace, es más probable que la calidad de vida de los hombres de bajos ingresos mejore. También resultaría en una mayor habilidad de proveer económicamente para sus hijos ya sea a través de contribuciones a sus ingresos familiares o por medio de pagos de pensión para menores. Esto ayudará a sacar a muchos niños de la pobreza. Tanto padres como hijos se beneficiarían de lazos más estrechos. El tratar con las desconexiones que experimentan hombres de bajos ingresos es buena política publica para tratar la pobreza y buena para la familia.
Joy Moses es una Analista Política con el programa Poverty & Prosperity en American Progress.
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