Estados Unidos ha sido uno de los principales impulsores de la guerra contra las drogas en América Latina. Por más de cuatro décadas ha gastado miles de millones de dólares en apoyar políticas para erradicar su producción y detener el tráfico hacia el norte. Sin embargo, el resultado más visible ha sido el devastador efecto de la violencia que se ha generado en la región. Esto, aunado al desinterés de atender el problema del flujo de armas, ha ocasionado un prolifero tráfico de norte a sur.
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