Puerto Rico

Las secuelas que dejó el huracán María en los niños puertorriqueños

Publicado el 21 de Octubre de 2017

De niña jugaba entre las amapolas que mi madre sembró en nuestro patio en Río Piedras, admirando la delicadeza de los pétalos. El viento levantaba la chiringa hacia el cielo azul cerca de la fortaleza del Morro. Recuerdo las manos diestras de mi abuelo cuando cortaba las frutas de los árboles y el sabor de la papaya que mi abuela servía en su tazón de cristal. Recuerdo las casas de concreto, sólidas y seguras, sus terrazas abiertas a vecinos durante el día y al sonido de la rana coquí por la noche. Puerto Rico –donde pasé mi niñez– valora a todos a sus niños. Pero como en cualquier desastre, los más vulnerables en este momento son precisamente los niños, después de que los huracanes María e Irma devastaran la isla.

El gobierno dice que la isla podría estar sin electricidad por meses. El agua potable escasea, y un tercio de los puertorriqueños aún no tiene acceso a agua potable cuatro semanas después de la tormenta. La ayuda ha sido lenta, a pesar de la respuesta autocomplaciente de la administración. Lo que sabemos acerca de las necesidades únicas de los niños durante los desastres naturales debería alarmarnos.

Antes de cumplir los tres años, el cerebro del niño forma cientos de conexiones neuronales cada segundo a través de un proceso que es muy sensible a las influencias ambientales. Esto significa que lo que un niño experimenta hoy puede afectar su desarrollo profundamente, con consecuencias que pueden afectar su aprendizaje y comportamiento a largo plazo.

En Puerto Rico, la gente está, francamente, cansada, estresada e incómoda. Un pariente me explicó que, sin electricidad, “las noches son calientes y ruidosas, así que dormir bien es imposible”. Cuando los padres están preocupados y agotados, los niños internalizan ese estrés.

El fragmento anterior se publicó originalmente en Univision. Por favor lea aquí para ver el artículo completo.