El Papa Francisco, Sumo Pontífice de la iglesia Católica, con 1.2 mil millones de miembros mundialmente, es alguien muy admirado por miembros de muchas otras denominaciones religiosas. Días antes de su primera visita a los Estados Unidos, el hecho que su aprobación está al 59 por ciento entre adultos estadunidenses deberá causar envidia a los miembros del congreso – quienes solo tienen una aprobación de 14 por ciento entre la población.
¿Pero qué tiene el Papa Francisco que los miembros del Congreso no tienen? Sin duda, una variedad de muchas cualidades que no se ven en el congreso: su humildad, su alegría, su compasión, hacia los mayores de edad, los discapacitados, los inmigrantes, y los presos. Pero no hay que dejarse engañar por su autenticidad o su desagrado hacia los partidos políticos: el Papa Francisco es un estratega político.
En sus apariciones públicas y comentarios escritos, el Papa Francisco habla sobre nuestros problemas actuales. Sus opiniones sobre la economía, la inmigración, las crisis de migrantes, la corrupción institucional sistemática, el medio ambiente, y los conflictos armados, han sido basadas en más de 100 años de la doctrina Católica. El Papa Francisco se ha presentado como mediador en los conflictos internacionales más complicados de la era actual: orando por la paz con líderes de Israel y Palestina, y ayudando con el restablecimiento de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba. Este verano pasado, su publicación de la encíclica sobre el medio ambiente, imploró a los líderes reunidos en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en París a reducir las emisiones de carbono a nivel mundial.
En su visita a los EE.UU. esta semana, él dará a luz sus opiniones políticas. El Papa Francisco visitará la Casa Blanca, el Congreso, la Organización de las Naciones Unidas, y las Caridades Católicas de D.C., una escuela en Harlem, y una prisión en Pennsylvania. Nos invita a seguirlo en su camino desde el centro del poder de la nación hasta los márgenes de nuestra sociedad, y en ese proceso también nos invita a unirnos a él para construir juntos una sociedad más justa.
De hecho, ya estamos presenciando un aumento en la actividad política gracias al llamado del Papa Francisco. El Vaticano está liderando con ejemplo en respuesta a la crisis mundial de refugiados y a las familias de refugiados de Siria. En Chicago, el Arzobispo Blaise Cupich ha refirmado el apoyo Católico para el pago justo y se ha enfrentado a leyes que debilitan los derechos de los trabajadores e sindicatos. Y a la luz de la publicación de su encíclica, más de 150 líderes de instituciones Católicas se han comprometido a priorizar el tema del medio ambiente.
Durante la visita del Papa Francisco esta semana debemos resistir el cinismo de los críticos que insisten que su convocatoria a la transformación de las estructuras de injusticia no es digna de un líder espiritual. Así como él dice, “un buen católico debe entrometerse en la política.” Es nuestra responsabilidad frenar la retórica de los políticos que se enfocan más en hablar sobre los problemas sociales que en trabajar para lograr sus soluciones.
La visita del sumo pontífice nos desafía a mejorar nuestra nación para tener la compasión hacia aquellos que no tienen hogares, hacia nuestras familias, nuestros trabajadores, nuestros inmigrantes, y nuestros hermanos y hermanas presos. Si tanto como el Papa Francisco podemos ser fieles y valientes, nuestro testigo pontífice puede provocar la voluntad política para remodelar nuestra sociedad. Tomen notas mientras el Papa Francisco este aquí, y cuando se vaya tendremos una lista de inspiradoras tareas.
Claire Markham es coordinadora de difusión para el Faith and Progressive Policy Initiative en el Center for American Progress.