Sarah Audelo de Generation Progress argumenta la necesidad de que los progresistas prediquen con ejemplo para poder avanzar su agenda eficazmente.
En el transcurso de la última década, se ha vuelto más y más común que las organizaciones anuncien posiciones de empleo que específicamente animen a las personas de color; lesbiana, homosexual, bisexual, transgénero; o a las personas con discapacidades a aplicar para puestos de trabajo. Aunque esto es un paso muy importante hacia la expansión de la diversidad entre los candidatos, y proporciona una señal clara que esas identidades son valoradas, se requiere más medidas de acción son necesarias. Lo que se necesita son conversaciones acerca de cómo se puede mantener la diversidad en las comunidades y en las posiciones de liderazgo en el mercado laboral. Esto es particularmente verdadero y valioso para las organizaciones progresistas y las que trabajan en el espacio de la justicia social, cuales trabajos se centran en torno a los más necesitados.
Yo se esto de primera mano. Como una mujer latina y una supervisora nueva, con un equipo de individuales que se identifican bajo varias razas, yo he buscado ideas y herramientas para volverme una mejor líder. Tristemente, he encontrado pocos recursos, porque muchos son muy específicos al ambiente empresarial y un nivel un poco más superficial de lo que yo esperaba encontrar. Puede ser que como hay tanto enfoque en contratar a una mezcla representativa de personas, hay una tendencia de olvidar lo que se necesita para mantenerlos en los puestos por el largo plazo. Por si alguien no se ha dado cuenta:
Durante el año pasado, vi a nuestras comunidades diversas salir a las calles a afrentar una variedad de temas importantes—la brutalidad policial, la separación de las familias debido a la deportación, las altas tasas de asesinos hacia las mujeres transgénero de color, la lucha para aumentar el salario mínimo—todos temas que los progresistas deben abordar. Pero para luchar la buena batalla, las organizaciones progresistas de justicia social deben tener empleados que vienen de estas comunidades, a quienes les afectan personalmente estos problemas, y a quienes se les proporciona el apoyo necesario para hacer este trabajo con eficacia y de una manera sostenida.
Por ejemplo, en las secuelas del malestar en Ferguson, Missouri, y tras el fracaso de un gran jurado que decidió no acusar al policía Darren Wilson por la balacera de Michael Brown, de 19 años, yo recuerdo estar despierta por horas, viendo como los jóvenes—mis prójimos milenarios, mi generación de activistas de justicia social—armaron manifestaciones de protesta para demandar justica. Fue un momento muy emotivo para mí. Como una ex maestra que trabajó sobre todo con jóvenes Latinos, yo vi a mis alumnos en Michael Brown. Pero también vi amigos que han sido acosados por la policía y comunidades que han sido ignoradas por demasiado tiempo. En cuanto a aquellos jóvenes que salieron a las calles de Ferguson, vi en ellos los activistas jóvenes con los que he tenido el privilegio de trabajar.
Recuerdo que caminé a la oficina con ojos lloroso después de haber visto las noticias y las imágenes en directo de los activistas en Ferguson por Twitter. Yo paré en un Dunkin Donuts y compre una caja de golosinas. Al llegar a la oficina, ofrecí a mi equipo las donas y un espacio para hablar sobre lo que estaba en nuestras mentes. Por lo que todos nosotros nos identificábamos con los miembros de la comunidad en Ferguson, y todos estábamos dedicados diariamente a los temas de la justicia social, lo que hice fue un simple gesto que les permitió expresar sus preocupaciones y compartir sus sentimientos antes de sumergirse nuevamente en la rutina del trabajo. Puede que estas pequeñas conversaciones no hayan cambiado el transcurso de la historia, pero proporcionaron un momento de reflexión y reconocimiento que nuestras comunidades estaban enojadas y lastimadas.
Tristemente, la brutalidad policial no es el único problema contra el cual mis colegas y yo debemos luchar. Algunas personas a quienes yo he supervisado nacieron en otro país, y otros tienen padres que son inmigrantes. Para quien trabaja con milenarios, esto es relativamente común: 15 por ciento de esta generación nació fuera de los Estados Unidos. Así que mientras que mi trabajo es presionar a los legisladores y los políticos para que pasen leyes que incluyan a todos, algunos de nosotros en nuestras comunidades—mis colegas—son testigo de la separación de familias facilitada por los oficiales del gobierno o cuestionando su lealtad a los Estados Unidos. Esto a menudo provoca respuestas difíciles y emocionales al trabajo que están haciendo en torno a la inmigración y otros asuntos importantes. ¿Cómo puede uno trabajar con oficiales electos cuando esos mismos oficiales electos se refieren a miembros de tu propia familia como “criminales”, y pasando legislación que facilitaría la legislación?
¿Y que se hace cuando un legislador lucha tanto en contra de dejar a las personas vivir sus propias vidas? ¿Cómo se reacciona cuando bloquean la igualdad de matrimonio y las leyes contra discriminación que protegen contra ser despedido y aseguran el derecho de permanecer en su vivienda? ¿Y qué pasa cuando uno trabaja en un lugar como el Distrito de Columbia que sí tiene estas protecciones, pero su familia y sus amigos están constantemente alerta, porque su habilidad de usar el baño está en cuestión, o cuando se les niega a sus familias el derecho al cuidado de salud por proveedores discriminatorios?
Para los supervisores en organizaciones de justicia social como yo, y especialmente para aquellos que supervisan a los jóvenes que todavía se están encontrando a sí mismos en sus carreras, es importante por lo menos reconocer estos desafíos personales. Estos desafíos son reales y pueden tener impacto en las vidas personales y profesionales de los jóvenes. Tanto si se trata de la deuda estudiantil que le obliga a alguien a tomar un trabajo adicional durante el fin de semana, o si las personas se ven obligadas a escuchar a aquellos que nunca han vivido una vida de la clase obrera decirle a su comunidad cómo levantarse de la pobreza por sus propios esfuerzos, esa clase de experiencias pueden desencadenar sentimientos negativos y desmoralizantes que pueden conducir a los más afectados por los problemas de justicia social a dejar sus puestos.
Mientras que muchos supervisores no necesariamente se han enfrentado a muchas de las dificultades a las que sus empleados se enfrentan, ellos de cualquier manera deben ser sensibles a aquellos que sí tratan con esas dificultades. Por ejemplo, yo entiendo que es muy común que los jefes apoyen a sus empleados valorados que se están divorciando o luchando contra una adicción a las drogas o el alcohol—como debe ser. Sin embargo, como las conversaciones con compañeros y jóvenes activistas han sacado a la luz, estos mismos jefes suelen ser menos sensibles a las necesidades de sus empleados con miembros de familia encarcelados o con miembros de familia sin hogares. Cuando las comunidades de color son criminalizadas y enfrentan tasas más altas de encarcelación—frecuentemente debido a la guerra contra las drogas y los delitos relacionados con las mismas—esta clase de apoyo es importante.
¿Cómo se supone que debemos luchar en nombre de los más necesitados si no podemos trabajar en contacto directo con ellos, o tomar dirección de ellos? La falta de diversidad en el personal y entre el liderazgo de las organizaciones progresistas es entendida como una forma de insensibilidad cruel por muchos individuos dentro de las comunidades por las cuales decimos que estamos luchando.
No es suficiente escribir y hablar sobre la diversidad—lo cual, al ser honesto, todavía muy pocos espacios de jóvenes hacen, incluso los que se identifican como progresistas. También debemos asegurarnos que quienes se enfrentan los desafíos de comunidades LGBT, comunidades de color, y la comunidad de gente con discapacidades estén incluidos en la conversación a largo plazo, no solo para un evento aquí y allá, o para un foro en los medios de comunicación.
Y mientras que no debería ser necesario decirlo, esta columna no se trata de crear excusas para que los empleados no hagan su trabajo. Se trata de poder supervisar a los empleados de maneras que satisfacen las necesidades del individuo y la organización, con la esperanza de que resulte en mejor trabajo y una fuente de información donde aquellos más afectados por los temas que los progresistas abordan se conviertan en los líderes de los movimientos progresistas. Tenemos que comenzar a predicar con el ejemplo.
Sara Audelo es la Directora de Política para Generation Progress. Su trabajo se enfoca en dirigir soluciones políticas dirigidas sobre los jóvenes para la justicia económica, los derechos civiles y humanos y la democracia.